martes, 24 de noviembre de 2009

Música


Como nuestra percepción del mundo –creemos– está mediada por el lenguaje, marca de fábrica de la condición humana, es fácil explicar por qué hay palabras y vivencias capaces de alterar al organismo del mismo modo que una droga: inducen estados de éxtasis o de suma relajación, ponen la piel de gallina, generan contracciones musculares repetitivas, voluntarias o no.Ambos, lenguaje y sustancia, impactan por diferentes vías sobre el mismo sistema nervioso, donde desencadenan procesos neuroquímicos de idéntica naturaleza.
Sin embargo, cuando la pregunta es por qué la música puede replicar estos procedimientos, en sonidos que son considerados parte de un lenguaje que habla pero no dice, la cosa cambia y una gota de frío misterio cae del paraguas y se cuela justo en el límite entre el cuello y la camisa.

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